Veo mis manos, las arrugas han borrado las cicatrices, palpo mi rostro y me encuentro con una piel marchita. No es nostalgia de nada, sencillamente me doy cuenta que soy viejo. Aprieto mi piel, la siento, y me convenzo de que existo.
Intentar convencerme de que existo no es tarea fácil, sobre todo si enciendes el televisor o lees una revista y te das cuenta de que las personas viejas no existen, así, sencillamente no existen, ojeo la revista o cambio el canal y ahí perdido aparece una persona como yo, pero es tan rápido que hasta creo sucedió solo en mi imaginación.