Si, es verdad, hay un momento en nuestras vidas en que quedamos huérfanos de los hijos.
Eso sucede cuando ellos se hacen independientes de nosotros. De pronto los vemos como árboles murmurantes y pájaros imprudentes. Crecieron sin pedir permiso a la vida, con una estridencia alegre y -a veces- con alardeada arrogancia.
No nos dimos cuenta que crecian todos los días, nos parece que lo hicieron de repente.