27 sept 2011

La exquisitez de una melodia



No cabe duda, una pieza musical es algo extraño.

Beethoven, ya sordo, de pronto se incorpora y escucha dentro de su cabeza la melodía de la sonata Claro de Luna.

Toma pulpa de madera, un poco de líquido negro y un pedazo de acero y hace algunas manchas, líneas y rasguños.

Fallece, lo entierran, y un amigo mío entra en la sala y se sienta ante una gran estructura de madera en cuyo interior hay alambres y martinetes; saca un libro de música, lo mira, pulsa las teclas que hacen funcionar los martinetes, y sale flotando por el aire el mismo torrente de sonidos exquisitos que cantaron en el cerebro de Beethoven.

Y yo, sentado aquí, vuelvo a ver la luz de la luna brillando en el agua mansa, oigo el rumor de un arroyuelo y siento la caricia del aire veraniego, aterciopelado como mejilla de mujer….
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