La próxima vez que vaya al zoológico, observe donde se forman las filas mas largas y donde se detiene mas tiempo la gente.
Solemos pasar a la carrera frente a los venados y los antílopes; echamos nada mas una ojeada a su graciosa belleza.
Si tenemos hijos, vamos a entretenernos con las travesuras de las focas y los simios. Pero nos sentimos irresistiblemente atraídos por los leones, los tigres, los elefantes y los gorilas.
¿A qué se debe esto? Sospecho que, sin darnos cuenta ni comprenderlo, nos sentimos extrañamente reconfortados al ver criaturas mas grandes o mas fuertes que nosotros.
Recibimos el mensaje de que no somos los seres mas poderosos, y eso nos reanima y a la vez nos infunde humildad.
Nuestra alma tiene tanta sed de asombro, de enfrentarse a lo grandioso para recordar cual es nuestro lugar en el universo, que si no lo encontramos en la iglesia vamos a buscarlo en otra parte.