17 oct 2011

La Historia del infeliz


Para él, vivir enojado parecería que fue su mejor pasatiempo. Nada le parecía bien, nada le era bueno. Según él, todo había perdido su encanto.

Discutir y pelear era lo normal en todo momento. No había alegría que no destruyera. Repartía infelicidad aun sin querer hacerlo. Y lo peor de todo, era que a veces decía, que disfrutaba al hacerlo.

¡No me digan nada! ¡Yo soy así! Gritaba cuando le reclamaban. Y frunciendo el ceño, se encerraba en su ostra de la que nadie -con el paso del tiempo- deseaba que saliera.

Ahora, solo y triste en aquel rincón se encuentra aquel viejo. De sus ojos, aquellos que todos creían secos, lagrimas brotan y se escucha uno que otro sollozo.

Muy poco tiempo de vida le queda, aquella que en el pasado gasto en estar malhumorado.

La soledad y el desprecio ahora son su compañía. En su casa, la luz no brilla, el silencio grita, se detuvo el tiempo y la cama discretamente le llama.

Primero, el hambre se fue, y la comida fue abandonada; después sus manos y pies, la fuerza y la destreza perdieron. ¿La vista? solo sombras le da y su cerebro empezó a jugarle a algo que lo tortura a toda hora.

Quiere regresar el tiempo para decir las palabras que cayó por ser infeliz, pero el tiempo se acaba…., el tiempo, ya se acabo.
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